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jueves, 7 de octubre de 2010

Brujas de Toledo

Fueron muchas las mujeres acusadas por los procesos inquisitoriales por hechicería en Toledo. Embrujamientos, sortilegios, conjuros, pócimas…, todas las “ciencias toledanas” no fueron imaginación de mentes alteradas por el fanatismo. De estas “artes” quedaron como documentos las actas que los inquisidores toledanos redactaron arrancadas en confesión a aquellas “brujas” que cometieron estos actos.

Toledo encierra tras sus nueve puertas de acceso numerosos conventos, iglesias y ermitas, con cientos de personas religiosas dedicadas desde hace siglos al más estricto recogimiento espiritual. Es curioso cómo una ciudad tan intensamente religiosa siempre ha sido reconocida como uno de los baluartes de la superstición, la magia, la hechicería y lo heterodoxo, incluso hoy en día. Es también un hecho curioso que en Toledo apenas exista iglesia, por pequeña que sea, que no contenga una imagen "que no haya curado, procurado favores, hecho justicias o bien su origen es milagroso, incierto o misterioso", como indica L.R. Bausá en su libro "Toledo Insólito". Si bien todo ello respetable, parece también cierto que "el lado opuesto" a estas creencias, la superstición y la creencia en hechos mágicos próximos al paganismo y animismo tuvieron una frecuente presencia entre los toledanos de pasados siglos.

La propia toponimia de las calles toledanas nos orienta en cuanto a la intensa actividad mágica de la ciudad: “callejón del diablo”, “de los muertos”, “de la muerte”, “calle del infierno”… Son también muchas las leyendas que implican entre sus amoríos la intersección de hechiceras, de pócimas, y son también muy numerosos los procesos inquisitoriales que finalizaron con castigos a mujeres acusadas de hechicerías. Estas artes mágicas, de claras influencias musulmana y judáica, desde siglos atrás se las conoce en toda Europa como “Artes Toledanas” o “ciencias toledanas”, dado la importancia del culto a la magia en la ciudad. Ya desde antiguo se conocía el enclave toledano como fuente de saberes ocultos, y fue en parte la “Escuela de Traductores de Toledo” la encargada de divulgar por toda Europa la fama de la ciudad.

Centrándonos en la brujería y hechicería, las supersticiones son una constante en todas las épocas y en cualquier cultura. Se trata siempre de conseguir metas inalcanzables por otros medios: salud, riqueza, amor… La aparición de la Inquisición y sus “investigaciones” propició la intensificación de estas artes mágicas. Los inquisidores utilizaron varios manuales para la identificación de estas artes, de entre los que destaca el “Malleus Maleficarum”, libro para adiestrar a los inquisidores sobre los aspectos referidos a la hechicería, la demonología y las artes mágicas.

Todas las “suertes” de hechicería eran utilizadas en Toledo: la adivinación mediante la “suerte de habas” consistente en recitar una oración en voz alta con dos habas metidas en la boca; los naipes; las pócimas con hierbas; los “untes”; los conjuros mágicos…

Condenas inquisitoriales


Hubo un cierto “dejar hacer” por parte de la Inquisición toledana hacia estas prácticas mágicas. Todas las hechiceras eran conocidas en la ciudad, y sus artes utilizadas por vecinos de cualquier estrato social. Hasta 1530, ya con cuarenta y cinco años de funcionamiento, el Tribunal toledano de la Inquisición no procesa a persona alguna acusada de hechicería. El nombre de la desafortunada fue Leonor Barganza, de gran fama entre los toledanos por sus conjuros para “desligar”, y fue precisamente esa fama, las envidias y los encontronazos con los vecinos lo que propició su arresto. En sus propias palabras, ella era requerida por muchas personas “…que le pedían que les hiciese algunas cosas para que fuesen bien quistas de sus maridos, de noche y de día, casados e por casar, de diversas cualidades, como si fueran a ganar pendones…” Esta mujer siempre andaba en hábito de beata, siendo además descendiente de judíos, lo que ya de por sí era grave para los ojos de un inquisidor y motivo mayor para su acusación inicial por parte de estos.

También es detenida en aquellas fechas Catalina Tapia, su directa competidora que vivía en la Plaza del Marqués de Villena, con intensa vida amorosa (en ocasiones previo pago) y a la que también se le achacaban ciertos sucesos relacionados con la hechicería sucedidos en la ciudad. Catalina es detenida en 1532, y como se niega a declarar se la pone en el tormento. Según narran las actas inquisitoriales, el tormento fue leve y lo aguantó sin declararse culpable. Fue condenada a recibir un centenar de azotes.

También Mencía Chacón, que vivía en la calle de la Trapería, sabía hacer conjuros para atraer amantes. Curiosa la forma de hacerlo, pues a media noche salía a la puerta de su casa y exclamaba: “Diablos del horno, traérmelo en torno; diablos de la plaza, traérmelo en danza; diablos de la carnicería, traérmelo ayna”.

Pero no sólo mujeres eran acusadas de estas “artes”. También el clérigo Jerónimo de Sonsoles fue acusado de leer libros de hechicerías e invocar a los demonios a altas horas de la noche, pero de “magos” y “hechiceros” hablaremos en capítulo aparte en esta misma Web.

Fueron muchas más las mujeres y hombres detenidos por la Inquisición acusados de hechicería; entre estos nombres destacan Catalina Rodríguez, Juana Hernández, dedicadas a practicar conjuros de poca monta (casi siempre relacionados con el amor)

La que era considerada mejor hechicera de Toledo vivía junto a la puerta del Cambrón. Inés del Pozo recibía de forma habitual numerosas visitas de hombres en su casa para que les devolviese la virilidad que les había sido arrebatada por las otras hechiceras toledanas… También contaban entre sus habilidades recuperar amores de mujeres despechadas, para lo cual utilizando alguna ropa del hombre, previamente untada con su semen, y a media noche como es menester, recitaba: “Conjúrote, semilla, así como del cuerpo de Satanás, con el Diablo Cojuelo que puede más, que así como te has de quemar, así se queme Fulano por mí, que no pueda sosegar hasta que no venga a mi mandar”, quemando después la ropa. La condena que esta mujer sufrió fue de las más duras impuestas por este tipo de delitos: diez años de destierro y doscientos azotes. (Juan Blázquez de Miguel: “Toledo Mágico y Heterodoxo”)

No poco conocida también en 1635 era Ana de la Cruz, que vivía en la calle del Pozo Amargo, y junto a ella buen número de hechiceras Toledanas. Esta zona de Toledo, muy próxima a la Catedral, siempre fue habitual lugar de correrías de brujas y hechiceras, y aún hoy en día son muchos los que atraviesan el cobertizo cercano al pozo que allí se encuentra los que “sienten algo”. Ana estaba casada con un crápula, un libertino juerguista, amante de los prostíbulos toledanos y ésta quería deshacerse de él a toda costa. En la época era difícil abandonar a un esposo, podría ser ejecutada por ello así que recurrió a Polonia Marfil una anciana hechicera que consiguió que su marido la aborreciera y la abandonara y la inició en las artes hechiceriles. A la muerte de Polonia en la más atroz indigencia, Ana fué su sustituta en la calle del Pozo Amargo. Ana fué experta en los conjuros relacionados con el amor, y en su casa se hallaron numerosos elementos utilizados en estas artes: valeriana, “unto” de ahorcado… (las mantecas que robaban a los cadáveres ejecutados por la Inquisición en el pradillo de los ahorcados, paraje cercano al puente de Alcántara de la ciudad). Pero quizá lo que más fama la dió fué que encontraba el paradero de ausentes vivos y muertos. Para ello utilizaba la

SUERTE DE LAS HABAS


consistía en lo siguiente:

Preparaba un pañuelo rojo, uno azul, una piedra blanca, otra de otro color, un trozo de cal, un trozo de alumbre, cogía 7 habas en su mano, se metía dos en la boca (una la representaría a ella, otra a la persona que buscaba y las lanzaba mientras recitaba lo siguiente: "Hijitas mías decidme la verdad pues la decís mejor que el evangelio" las desparramaba, las interpretaba y adivinaba el paradero del desaparecido ya estuviese vivo o muerto....debió ser muuy efectiva pues fué una de las más visitadas.Fue procesada, siendo condenada a tres años de destierro

Por esta época destacaban también en Toledo María de las Cuevas, Isabel Bautista, mujeres de bajo estrato social, en ocasiones casi en la más absoluta miseria, que aprovechaban estas artes transmitidas oralmente para ganarse el sustento. Isabel era una de las más peligrosas, en su casa se encontraron además de diversas plantas, unos muñequitos de cera con alfileres clavados con los que aseguraba que podía matar a cualquier persona en 16 días, además recetaba un aroma muy famoso para el dolor de cabeza muy fácil de preparar.....cocía 1 cabeza de carnero, 1 serpiente, 3 hojas de álamo y 3 granos de helecho...todo muy bien cocidito se lo daba a beber a la persona que sufría esos dolores....aseguraba que el dolor desaparecía.

Fue hacia 1808 cuando queda registrado el último proceso inquisitorial contra una mujer en Toledo. Francisca N., que vivía en la calle de San Lorenzo es acusada de realizar diversos sortilegios amatorios, pero debido a la convulsa situación de este momento histórico (invasión Francesa) el caso queda incompleto, siendo éste el último proceso inquisitorial que por superstición se dio en el Tribunal de Toledo.

En la actualidad, no es común observar noticias documentadas sobre hechicería en la ciudad, pero es digno de destacar las noticias que cada cierto tiempo se publican en la prensa local que continuan asociando la ciudad de Toledo con modernos "aquelarres", y la presencia de no pocas personas relacionadas con este tipo de cultos.

jueves, 26 de agosto de 2010

Las fuertes lluvias dejan al descubierto una necrópolis en Cordoba

Las fuertes lluvias dejan al descubierto una necrópolis romana en Córdoba




Las fuertes lluvias han dejado al descubierto una necrópolis romana en Aguilar de la Frontera.

* Han salido a la luz al menos una treintena de tumbas en la localidad de Aguilar de la Frontera.
* Tres de ellas han sido saqueadas por expoliadores.
* El agua ha destrozado gran parte de los restos arqueológicos.


Las fuertes lluvias que se registraron la pasada semana en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera han dejado al descubierto una necrópolis romana, en la que han salido a la luz al menos una treintena de tumbas después de que las aguas torrenciales arrastraran la capa de tierra que las ocultaba. Ladrillos, materiales de construcción y pedazos de cerámicas, cuarzo y mármol son algunos de los restos

Esta necrópolis, que también ha sido descubierta ya por los expoliadores, que han saqueado tres de las tumbas, ha sido encontrada entre viñedos y olivos arrancados por la fuerza del agua y a la orilla de un arroyo.

La arqueóloga de Aguilar de la Frontera, María del Carmen Carbajo, explicó que aún es pronto para determinar a qué época romana pertenece la necrópolis, aunque sin embargo sí es seguro que data de esta etapa histórica.

Ladrillos, materiales de construcción y pedazos de cerámicas, cuarzo y mármol son algunos de los restos que han aparecido alrededor de las tumbas y que formarían parte del ajuar de los difuntos.

Erosión

Algunas tumbas permanecen "vírgenes", es decir, que todavía conservan la losa que las mantiene cerradas, aunque otras tres han sufrido el expolio y a su alrededor se acumulan restos óseos, las lápidas partidas y pedazos de cerámica rotos. En otros casos tan sólo se conservan los huecos en los que estuvieron los sarcófagos

En otros casos tan sólo se conservan los huecos en los que estuvieron los sarcófagos y que están excavados en la roca del suelo, alienados y orientados hacia una misma dirección.

De este modo, Carbajo lamentó que las mismas lluvias que han permitido conocer la existencia de esta necrópolis han provocado una gran erosión, puesto que el agua ha destrozado gran parte de los restos arqueológicos.

Las lluvias también han sacado a la luz una parte de un mosaico construido en el suelo y un pilón, al parecer también de época romana.
Consulta aquí más noticias de Córdoba.

Noticia: 20minutos

lunes, 19 de julio de 2010

La medicina mágico - religiosa en el Antiguo Egipto


Articulo Escrito por José Antonio Plaza Rincón

Si pensamos en momias de inmediato nos vendrán a la imaginación las imágenes de las momias egipcias envueltas en vendas envejecidas por el paso del tiempo, descansando en sus sarcófagos, desde el cual parecen amenazar con una horrible maldición a todo aquel que ose desentrañar su misterio y perturbar su descanso. Esta imagen arquetípica, sin duda es muy limitada, pues hablar de las momias significa adentrarse en una dimensión cultural amplia y compleja.

La práctica de la momificación es universal pues casi todas las diferentes culturas la han practicado a lo largo y ancho del planeta, y la antigüedad de dicha práctica se pierde en la profundidad del tiempo.

Cada cultura eso si ha practicado el embalsamamiento, utilizando técnicas propias, de esa cultura y también la finalidad del acto, su significado último, se basaba en motivos, creencias ,y ideología diferente.

Como veremos mas adelante al hablar de Egipto, es fundamental entender la estrecha relación existente entre las ideas y creencias y las prácticas y conductas rituales.

En Perú la momificación se realiza sustituyendo los tejidos blandos por arcilla, se deshidrataba el cuerpo mediante el fuego, y finalmente se curaba ahumándolo y untándolo con betún.

Los Jíbaros de Brasil hervían las cabezas tras extraer el cerebro, y luego las exponían al humo, desecándolas, de esta manera el espíritu jamás podría abandonar la cabeza y regresar al mundo de los vivos para vengarse.

En Siberia se eviscera el cuerpo y se rellena de musgo y plantas aromaticas congelándolo posteriormente.

En Japón el individuo deja de comer y beber, y se deja morir voluntariamente por deshidratación, acto seguido su cuerpo se entierra por un periodo de tres años, y posteriormente es exhumado.

Veamos ahora Egipto y su fascinante cosmovisión.

El río Nilo

Los habitantes del Egipto dinástico eran alegres, indolentes y pacíficos pero sobretodo constituían un pueblo extraordinariamente religioso.

Durante el imperio Medio-Tebano el mito de Osiris se democratiza y se admite que la plebe goce de la vida más allá de la muerte.

Osiris dios de la vegetación, muere a manos de su mujer Isis, pero su enamorada esposa Isis, diosa de la fertilidad, arrepentida llora sobre su cadáver lagrimas de plata (que se convirtieron en las estrellas) y junto con unos misteriosos encantamientos consigue resucitarlo, tras lo cual Osiris se convierte en el dios del reino de los muertos.

Este mito, de trascendente significado, se identifica con el culto a los muertos y la inmortalidad del alma.

Cuando alguien muere pasa a la fase de margen, o liminar, mientras su alma es juzgada. El alma del difunto entraba y salía del cadáver durante el tiempo que duraba el juicio, que consistía en pesar su corazón en una balanza, razón por la cual los embalsamadores dejaban este órgano en el interior de las momias, cuando todo terminaba, el alma pasaba a la fase de integración en la vida eterna. La fase de margen era pues de mucha importancia, pues mientras el corazón era juzgado, si el cuerpo entraba en putrefacción el alma no podría regresar a él, para evitar esto se recurría al embalsamamiento y el sarcófago se rodeaba de ofrendas como comida, bebida, y un completo ajuar funerario, que garantizaba el bienestar del difunto.

Según el historiador Herodoto de Halicarnaso (siglo V a.c.) había varias clases de enterramientos que tenían que ver con el poder adquisitivo del finado ,

Cuando moría un personaje notable las mujeres se embadurnaban el cuerpo con barro y medio desnudas recorrían las calles mostrando su dolor, posteriormente intervenían los embalsamadores, con los que se pactaba el precio por sus servicios, estos evisceraban el cuerpo y lavaban el interior con vino de palmera que alcanza los 70 grados ,después se introducían perfumes, mirra, sustancias secantes y aromáticas, después se sumergía en salitre durante 70 días justos tras los cuales se vendaba el cadáver con tiras de lino untadas con resinas y se introducía en el sarcófago.

En el caso de pactar algo mas económico, se ponían lavativas de aceite de cedro se taponaba y se sumergía en natrón durante los 70 días, pasados estos, se devolvía el cadáver sin hacerle mas cosas, a sus familiares.

La tercera clase, la más económica consistía en sumergir el cuerpo en natrón durante 70 días tras haberlo purgado y después se entregaba a los familiares que lo vestían debidamente.

De esto debemos concluir que la costumbre de la momificación, no es tanto un intento desesperado de negación de la muerte, si no mas bien un acto de afirmación de la vida en su dimensión trascendente y la facilitación del tránsito a la inmortalidad.

Los hallazgos arqueológicos y los análisis posteriores realizados en las momias demuestran que en el proceso de embalsamamiento se utilizaban bálsamos y ungüentos hechos a base de aloe, mirra, mandrágora y morfina (alcaloide derivado de la amapola) entre otros, esta presencia de sustancias alucinógenas son sin duda herencia de las prácticas chamánicas propias de las tribus ni loticas nómadas del Egipto predinástico.

El Chaman utilizaba dichos productos con hierbas medicinales y aromáticas y otras sustancias desconocidas posiblemente importadas, y elaboraban así las llamadas esencias divinas a las que se les reconocía un alto valor terapéutico y afrodisíaco tratando con ellas gran numero de dolencias.

Las esencias divinas y el poder hipnótico de la palabra constituían la base de una medicina que consideraba la dolencia física, como el resultado o síntoma de la perdida de la armonía entre las fuerzas vitales creadoras del espíritu y el cosmos, debido a la intervención de una fuerza o divinidad maligna.

El sacerdote-medico, junto con los remedios terapéuticos mencionados realizaba complejos rituales descritos en el libro de los muertos con el fin de atajar la causa primera, es decir el desorden espiritual y no el síntoma o desorden físico.

En la actualidad los indios Cuna de Panamá, entre otros muchos que podría citar ,aceptan el tratamiento medico ,para aliviar las molestias físicas pero no se consideran curados hasta que interviene el Chaman que trata el desorden espiritual.

Sin duda el remedio mas pintoresco de la farmacopea Egipcia, era “El polvo de momia”, sus propiedades curativas y afrodisíacas hicieron de el un producto muy codiciado, los médicos árabes y hebreos , aconsejaban su uso para el tratamiento de múltiples dolencias como, cefaleas, amenorrea, melancolía, dolores en general, asma impotencia y un largo etc. y su éxito era tal que se convirtió el un remedio mas codiciado de Europa a la que llego vía Al-Ándalus.

Su indiscutible éxito se debió sin duda a que el pueblo tenia la certeza de que las momias, eran, durante el proceso de embalsamamiento, tratadas con las misteriosas y codiciadas “ Esencias Divinas” antes mencionadas, y por tanto el consumo de parte de la momia implicaba lógicamente la ingesta de dichas esencias, sus formas de preparación fueron muy variadas, bebedizos, obtenidos a partir de los zumos que destilaba el cadáver mezclados con aloe, también pomadas ,ungüentos y polvos, estas formas farmacéuticas realizadas a partir de la momia, no solo aliviaban las dolencias físicas, si no que facilitaban el acercamiento místico con los Dioses.

En algunas crónicas, encontramos descritas curaciones asombrosas, y aunque en la actualidad se sigue desconociendo su exacta composición no es de descartar que fueran realmente eficaces, en determinadas dolencias, por lo que la demanda fue tal que su uso quedo restringido a los mas pudientes, por su alto coste

Como hemos visto, magia, ciencia, y religión, son la esencia de las creencias del hombre, lo protegen frente a la locura del vacío, del misterio del cosmos, que se nos muestra fascinante y a la vez sobrecogedor, nos hace conscientes de nuestra insignificancia y de nuestra limitación en el tiempo. Las otras realidades vividas, en los sueños, en los desmayos, en la idea misma de la muerte, han hecho que el hombre busque refugio frente al caos de la existencia, a lo largo de la historia.

Lo sagrado frente a lo profano, una realidad trascendental firme, que nos ayude a superar las incertidumbres de la vida.

La momia es una consecuencia de la cosmovisión Egipcia, y a la vez el eje estructurante de creencias, un puente entre lo divino y lo humano, se convierte en una realidad sacra, sobrenatural, y por tanto los polvos que de ella se extraigan, tienen propiedades curativas porque son la esencia misma de la divinidad
José Antonio Plaza Rincón
Antropólogo

miércoles, 14 de julio de 2010

Pensamiento Magico y Eficacia Terapeutica


Ponente: José Antonio PLAZA RINCÓN
Licenciado en Antropología (U.C.M.) España

En el seno de todos los grupos sociales surgen indefectiblemente los terapeutas: chamanes, curanderos, sanadores, médicos, psicólogos. Cada uno de estos individuos es producto de su contexto cultural y del momento histórico del mismo. Todos son especialistas en devolver la salud a los enfermos y tanto sus recursos terapéuticos, como su visión de la enfermedad es completamente distinta ,sin embargo todos tienen éxito. La pócima, el elixir, el conjuro, el exhorto, la pastilla, la planta medicinal, la inyección, constituyen un grupo heterogéneo de remedios cuyo denominador común es el de que todos son eficaces, este hecho sorprendente invita a pensar que la curación no depende tanto del remedio ni del terapeuta, sino de la capacidad que éstos tengan para movilizar los mecanismos naturales autocurativos.

La elección que el individuo enfermo hace de uno u otro terapeuta depende de su condicionamiento previo,(socializacion) es decir, el mejor terapeuta para un paciente es aquel en el que el paciente tiene fe, pero el momento, las circunstancias y el sujeto que evalúa el acto terapéutico, modifica siempre la descricpción del mismo, así la religión de una persona es superstición para otra y la ciencia de uno es magia para otro.

En esta ponencia, aunque de forma muy breve, me propongo un acercamiento a los mecanismos subyacentes en el proceso del enfermar y de sanar del ser humano, profundizando analíticamente en la dinámica y relaciones de una serie de conceptos que considero de alto valor heurístico.

Las creencias tal y como nos dice Ortega son ideas que somos, operan en nuestro interior de manera automática, son anteriores al acto de pensar, son a priori. En resumen: Las creencias son ideas que somos, no ideas que tenemos. Son formas interpretativas de la realidad, son nuestra realidad. Se adquieren generalmente en el proceso de socialización y no se someten a verificación empírica.

La creencia es pues una estructura interpretativa que nos permite responder ante un evento.

Tiene un componente cognitivo, del que se hace una valoración afectiva (componente emocional) y que se encuentra inserto en estructuras somáticas (registros neurales). Así una cognición tendrá una repercusión afectiva, fisiológica y conductual. Este proceso es bidireccional, es decir, puede funcionar en orden inverso, un acontecimiento somático moviliza componentes afectivos, cognitivos y conductuales, es decir, activaría una red neuronal que se constituiría por ejemplo en una certeza de enfermedad y el individuo enfermaría. La creencia en la curación desactivaría la red neuronal responsable del proceso patológico y se daría la curación inmediata.

Fe es una palabra de alto contenido emocional y difícil de definir, está en la base de toda curación y es en esencia convicción o creencia, depende en cierto grado de factores psíquicos y culturales, así un nativo acude al chamán porque está convencido de que éste podrá ayudarle, igualmente acudimos al médico de más prestigio profesional porque estamos en la creencia de que es el más adecuado para ayudarnos. El concepto de fe como convicción lo encontramos en diferentes dominios de la realidad, de ahí que las curaciones por la fe sean variadas y se den en contextos diferentes, y a veces mediadas por individuos que no se tienen específicamente por terapeutas, como sacerdotes o santos, también podriamos mencionar lugares santos, reliquias, manantiales, cuevas y un largo etcetera de personas, objetos y lugares con propiedades terapéuticas.

El toque real era una práctica terapéutica propia de las monarquías absolutas europeas, Carlos I, en 1.633 curó de una sola vez 100 afectados de escrófula y su hijo Carlos II curó a más de 100.000 afectados de escrófula a lo largo de su reinado.

La fe o creencia en que un determinado medicamento, hierba, inyección, amuleto, objeto sacro, etc. cura nos lleva al concepto de placebo, en el que es necesario profundizar.

Desde el punto de vista de la medicina, el placebo es un preparado farmacéutico que contiene sustancias inertes, pero que en general presenta un efecto curativo igual, aunque de menor intensidad que el preparado activo. Está largamente estudiado el hecho de que buena parte del efecto curativo de los medicamentos se debe al efecto placebo.

Esta fuerza dinámica de los placebos sustentó a la profesión médica durante siglos, aún cuando los medicamentos eran fisiológicamente nocivos, pero la fe que el propio terapeuta transmite a su paciente los convierte en eficaces. Sería simplista reducir los placebos a las drogas medicamentosas, placebo es todo aquello que simboliza la curación y genera y refuerza la fe en la misma. Ofrendas, peregrinajes, gestos, acciones rituales, lugares, objetos simbólico-ceremoniales o sacros, deben ser considerados como medicinas reales

En los animales el efecto placebo funciona igualmente, a condición de crear un reflejo condicionado que active las estructuras autocurativas de las que hablaremos más adelante, así ratas a las que se cura una infección mediante la administración de un antibiótico y la exposición a una luz, curan de una segunda infección aplicando sólamente la luz.

En los humanos el reflejo condicionado puede estar implícito debido a experiencias previas, pero en general basta con que exista una expectativa de curación para que ésta se dé. De esto podemos deducir que el principal aliado del efecto placebo (fe) es la imaginación. Todos sabemos por experiencia cotidiana que las expectativas dan lugar a cambios biológicos importantes*, así pensar en comer propicia la secreción de jugos gástricos y saliva. Si imaginamos un limón (significante-imagen pura) y esperamos a que por trenes asociativos se active el registro neural que contiene el (significado-concepto) limón, salivaremos de inmediato, veamos este fenómeno con mayor detenimiento.

Los conceptos se almacenan en el cerebro en forma de registros durmientes, cuando estos registros se activan pueden re-crear las acciones y diversas sensaciones asociadas con una entidad determinada o con una clase de entidades (A.R. Damasio). Si tomamos como ejemplo una taza de café, ésta évoca representaciones visuales y tactiles de su forma, color, textura, temperatura, junto con las de aroma y sabor del café, así como la trayectoria que sigue la mano y el brazo para coger y llevar la taza de la mesa a los labios. Todas estas representaciones tienen además un componente afectivo y se re-crean en distintas áreas del cerebro, si bien su reconstrucción se da de forma simultánea. En el caso del limón la imagen mental activará todas las estructuras nerviosas que intervinieron codificando datos en la formacion del concepto (experiencia sensorial previa) y se re-crean todas sus propiedades, peso, acidez, etc. de suerte que la imagen imaginada se torna real en la mente al ser capaz de producir una fuerte respuesta somática. Esta sorprendente autonomía de los registros nerviosos conceptuales explicaría la sensación de presencia de los muertos al menos en el periodo de duelo o el fenómeno del miembro fantasma. Las mujeres a las que se les paracticó una extirpación de ovarios y utero, me comentan una sensación confusa de vacio en el vientre (estar hueca) término por cierto muy popularizado.

La magia tradicional funciona mediante los mecanismos antes descritos, si bien parte de dos principios previos fundamentales que actúan como potentes refuerzos simbólicos: El principio de analogía y el de contigüidad. Por tanto la magia constituye un sistema lógio-metafísico que fuerza a la creencia (fe).

El principio de analogía enuncia que dos elementos iguales gozan de las mismas propiedades, así consumir nueces sería bueno para las afecciones cerebrales en función de su parecedio morfológico o enviar el humo de una fogata al cielo equivaldría a fabricar nubes que desencadenarían la lluvias. Las curaciones por exhortos y conjuros se basan en este principio utilizando para la creación de relaciones de analogía valiendose la figura lingüistica denominada metáfora. Para ilustrar ésto analizaremos un ritual que consta únicamente de palabras para curar la Espinilla o mal de la

Paletilla,que segun la creencia popular esta causada por el desalojo de unos huesecillos que están en el estómago y al desplazarse de su lugar natural provocan dolor de estómago, tristeza grave, falta de apetito y otros síntomas difusos de origen desconocido, el conjuro dice así:

espinilla y paletilla

de (nombre del enfermo)

vuelve a tu lugar

como las aguas al mar

y las palomas al palomar

y el obispo a su altar.

Por la gracia de Dios

y de la Virgen María

un padrenuestro

y un avemaría.

Esta invocación mágico-religiosa es suficiente para sanar al afectado, es obvio el dinámico encadenamiento de imágenes con la finalidad de conectar o analogar la espinilla al conjunto formado por las tres relaciones metafóricas.

El esquema sería el siguiente:

Espinilla (vuelve) a su lugar como = (vuelve) Agua: Mar (como es lo natural)

(vuelve) Paloma: Palomar (como es normal)

(vuelve) Obispo: Altar (como corresponde a su deber y dignidad

La espinilla se apropia de los atributos del triple símil y se llega a la creencia (fe) en la vuelta a su lugar. Los huesecillos regresarían al estómago y se daría la sanación. En este caso el placebo sería el conjuro y su lógica metafórica, notese que además se apela a la intervención divina con lo que se refuerza la creencia, además los rezos generan una atmósfera sugestiva que produce desviación de la atención.(volveremos sobre este punto)

Otra figura lingüistica es la metonimia utilizado por la magia por contacto que se basa en la asociación de ideas por contigüidad: Dos cosas que están en contacto comparten sus propiedades y atributos y una parte al separarse del todo mantiene las propiedades del primero y además continúan influenciandose.

El toque real del que hablamos anteriormente, la imposición de manos, las reliquias, el aliento o la saliva del curandero, el manto de la Virgen, en suma todos los objetos que han mantenido contacto con entidades especiales, adquieren sus propiedades y atributos.

El vudú y otros ritos afro-americanos constituyen casos muy llamativos.

Tanto el demonizador como su víctima han sido socializados en la creencia del ritual vudú. El demonizador se las compondrá para obtener cabellos o uñas de la víctima, es decir partes del todo que utilizará ritualmente para la confección de un muñeco,para causar el daño pue si posee la parte puede actuar sobre el todo (lógica metonímica), después se encargará de que la víctima se entere de sus intenciones y su imaginación (fe) actuarán como un mortífero placebo.

Un alto número de curaciones se dan en estado de trance, de hecho un gran número de rituales lo persiguen induciendolo mediante técnicas muy variadas: Toques rítmicos de tambor, danzas, recitaciones y oraciones, inducciones hipnóticas, utilización de drogas, son técnicas que persiguen alcanzar el trance como estado alternativo de la conciencia; en éste la sugestión está muy aumentada. La sugestión es un acto de inducción y persuasión de una idea hasta que ésta es tomada por cierta.

Si bien el trance no está siempre presente la sugestión si lo está, en mayor o menor grado. En todo ritual, incluyo las consultas de médicos y psicólogos, las palabras, los gestos, los hechos y objetos son un condensado simbólico que evocan códigos, representaciones y creencias compartidas, actuando como potentes refuerzos de la fe.propiciando la curacion

Conclusiones:

La enorme variedad de terapias y terapeutas es sorprendente y más sorprendente es aún el hecho de que todos tienen éxito terapéutico. Este hecho requiere una reflexión sobre los mecanismos que subyacen, tanto en el proceso de enfermar como de sanar humano.

Las creencias son ideas que somos, a priori al pensamiento. Son estructuras interpretativas que nos permiten valorar y responder ante un evento. Tienen componentes cognitivo, emocional y somático.que mantienen relaciones dinamicas

Una idea tendrá repercusión biológica ,asi comoy evento somático implica emociones y cogniciones

(bidireccional).

La fe es creencia y depende de factores psíquicos y culturales. Este concepto lo encontramos en la base de todas las curaciones y parece ser que actúa al margen de su intensidad.

Los placebos pueden ser objetos, gestos, conceptos, personas y drogas inocuas que simbolizan la curación y por tanto debemos considerarlos como medicamentos reales de bajo coste

(dato éste de alta repercusión social).

El aliado del placebo (fe) es la imaginación, las imágenes mentales activan las fuerzas latentes de autocuración en contextos adecuados.

Metáfora y metonimia son recursos lingüisticos privilegiados para la creación de analogías y signiificados, son formas de pensamiento y su lógica es en última instancia la lógica de las estructuras nerviosas, tal vez porque un concepto comparte con otros conceptos grupos de neuronas especializadas, creandose así trenes asociativos o redes nerviosas compatibles con las reglas sintácticas.

Los avances en neurociencia son sorprendentes, se puede gracias al PET y otros aparatos sofisticados fotografiar el pensamiento, cartografiar las funciones cerebrales, si bien aún es pronto para la elaboración de modelos conceptuales definitivos.

La sugestión es la acción mediante la cual se induce la formación de una imagen en la mente, suficientemente veraz como para producir respuestas orgánicas.Esta presente en toda sanacion.

El autor de esta ponencia trabaja en esta apasionante temática hace años y cuenta con estudios empíricos sobre la presencia de la ansiedad y el efecto placebo en las consultas de la red sanitaria oficial, donde en unas primeras conclusiones, aún por matizar, se aprecia el hecho de que se toma el efecto por la causa, o el síntoma por la patología.

El ponente estará encantado de mantener contactos con los investigadores interesados en este área.

Bibliografía:

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La Leyenda del Obispo Resucitado y el Arte de Bien Morir

Juan José Sánchez-Oro Rosa

Centro de Estudios Mirobrigenses (CECEL-CSIC)

Publicado en: Libro del Carnaval de Ciudad Rodrigo, 27 (2006) pp. 359-362.

De los cinco años que duró el gobierno de Pedro Díaz sobre la diócesis civitatense, 1338-1343,curiosamente el hecho más singular y destacado fue su muerte[1].Un acontecimiento prodigioso que ha perdurado en la memoria colectiva y que le dio la fama de obispo resucitado.

Crónica de un milagro:

Las fuentes escritas que han hecho perdurar este relato en el tiempo fueron dos tablas conmemorativas de los hechos, una conservada actualmente junto al sepulcro del prelado en la Catedral, y la otra, desaparecida, que estaba en la sacristía del monasterio de San Francisco. A partir de ambos textos, Sánchez Cabañas hizo una síntesis en la que consideraba a Pedro Díaz como natural de Ciudad Rodrigo y gran pecador, muy dado a los placeres carnales, los cuales no abandonó tras ocupar el episcopado[2]. Afectado por una enfermedad mortal y ya postrado en el lecho, su criado comenzó a tener siniestras visiones. En la primera contempló a su señor sobre la silla episcopal mientras era acosado por conejos negros que trataban de roerle las vestiduras. La fulgurante aparición de un franciscano, saliendo de detrás de la cátedra, les hizo huir. Aprovechó entonces el fraile para decirle al criado que trasladara un mensaje a su señor moribundo: Que hiciera penitencia de sus pecados y confesara, porque aquellos animales eran demonios. Sin embargo, Pedro Díaz se burló de aquella visión porque consideraba su dolencia pasajera y de escasa gravedad. A los tres días el sirviente repetía experiencia: volvió a contemplar al prelado rodeado de tres perros amenazantes que pretendían despedazarlo. Nuevamente la intervención del franciscano le sacó del apuro, mientras le instaba a confesarse dada la cercanía de su muerte. El obispo informado del asunto, otra vez, hizo caso omiso del mensaje de su criado y éste, pasados otros tres días, tuvo una nueva alucinación: su señor, en esta ocasión, estaba ante un gran fuego con una caldera llena de pez hirviendo. Los demonios intentaban arrojar a Pedro Díaz al interior, mientras el fraile procuraba defenderlo detrás de la silla y le reclamaba la confesión de todos sus pecados. El criado, todavía dentro de la ensoñación, comentó al franciscano con qué poco crédito recibía el mitrado la narración de todas esas apariciones. Así que el fraile le proporcionó una prueba material más definitiva: hizo que el sirviente metiera el dedo índice en la pez hirviente de la caldera. Ya despierto, corrió el criado a referir aquella experiencia a su señor agonizante y le mostró el dedo quemado. Sólo entonces Pedro Díaz reaccionó y, muy asustado, aceptó confesarse por la gran devoción que tenía a San Francisco. Al poco de recibir aquel sacramento murió.

La familia del prelado encubrió el fallecimiento tres días. Unas jornadas que emplearon en distribuirse el patrimonio del difunto. En la mañana del cuarto día celebraron los oficios fúnebres en la Catedral, en mitad de los cuales el obispo se puso en pie y, según la citada tabla conservada y expuesta hoy día junto a su sepulcro, dijo: No huyais de mi, porque como verdaderamente estuve muerto, ansi agora estoy vivo. Sabréis que luego que mi ánima salió del cuerpo, fue llevada a juicio y condenada para siempre porque en la confesión que hice no tuve entera contrición del pecado público en que estaua envuelto ni tube intento de apartarme de él, puesto que enseñé al contrario por señales exteriores. Mas el Bienaventurado Padre Sant Francisco a quien yo tuve siempre por singular devoción, me socorrió en aquesta ora y fue singular abogado alegando por mi parte tres cosas: la primera la gran devoción y fe que siempre tuve en el, la segunda las infinitas limosnas que hice a los frayles de su horden con tanta donación que todo lo que yo poseía más era de los frayles que mio. La tercera la confianza que tube puesto que muy pecador, que no acabaría en mal por los méritos de nuestro Padre Sant Francisco E alcanzó a Dios nuestro Señor que volviese mi ánima al cuerpo por espacio de veinte días para hazer penitencia de mis pecados después de los cuales tengo de morir. Transcurridos los veinte días, en los que hizo penitencia y ordenó sus asuntos, falleció en mayo tras predicar con fervor y loar a San Francisco de Asís y a sus frailes. La orden franciscana desde esa fecha ganó en respeto y admiración dentro de la ciudad.

Sepulcro de Pedro Díaz en la  Catedral de Ciudad Rodrigo

Sepulcro de Pedro Díaz en la Catedral de Ciudad Rodrigo

El milagro como Exempla medieval:
Aunque resulta imposible entrar en la veracidad de esta leyenda, sí que podemos analizar algunos aspectos de la forma en que nos ha sido transmitido, así como del contexto histórico en el que se produjo. A este respecto podemos decir que las historias sobre religiosos resucitados no eran inusuales en el siglo XIV. De la mano, mayoritariamente, de monjes y frailes las apariciones y resurrecciones de muertos de diversa condición social que regresaban al mundo para reclamar atención, resolver cuestiones pendientes o informar y aconsejar a los vivos sobre diversas materias proliferaron en la literatura pastoral de aquellas décadas. De tal modo, que esta narración se encuentra trufada de interesantes elementos teológicos muy difundidos durante la Baja Edad Media castellana. El primero de ellos que cabe resaltar se refiere a la estructura del relato que claramente adoptó la forma de un exempla medieval. Este era un tipo discurso muy querido por las órdenes mendicantes para instruir deleitando en sus predicaciones y con una fuerte carga didáctica y moralizante. En este sentido, el carácter ejemplar de la resurrección de Pedro Díaz resulta indiscutible. No estamos ante una crónica fiel de lo acaecido, sino ante la enseñanza que de ello cabe extraer. Por eso, cuando el obispo resucitado habla, sus palabras no están destinadas a los presentes que le miran estupefactos, sino a todos los que tiempo después escucharán aquella historia. El mensaje se adueña del milagro y éste destina toda su espectacularidad a convertirse en medio, en excusa, con la que adoctrinar a los descarriados de cualquier época. Es lo que algunos autores han llamado hacer uso de un curioso y particular tiempo verbal: el presente eterno[3].
¿Recibir sentencia tras morir o esperar al Juicio Final?:

Estamos, por tanto, ante un mensaje con vocación de permanencia. Sin embargo, las enseñanzas que de él se derivan no eran algo genérico. La narración ponía el acento en aspectos doctrinales muy precisos. Con la resurrección de Pedro Díaz, más o menos veladamente, se estaba aludiendo a la automática retribución post mortem de las faltas cometidas en vida. Desde el período patrístico la Edad Media arrastraba un debate teológico acerca del estado del alma tras la muerte del cristiano. Uno de los puntos de aquel debate era saber si se producía o no un juicio individual e inmediato después del fallecimiento y, en caso afirmativo, como conciliar su existencia con aquel Juicio Final recreado por el Apocalipsis de San Juan. La escolástica, liderada por Tomás de Aquino, argumentó a favor del doble tribunal, el primero apenas muerto el creyente y el segundo, general tras la nueva venida de Jesucristo. El primer enjuiciamiento sería incompleto y referido al alma. El segundo afectaría también al cuerpo. Esta postura, generalmente aceptada por los pensadores eclesiásticos, obtuvo respaldo canónico en 1336 con la bula Benedictus Deus sancionada por Benedicto XII. La necesidad de este escrito pontificio se derivó de ciertos sermones pronunciados por su antecesor, Juan XXII, en los cuales se había mostrado partidario de un único juicio al final de los tiempos, soslayando así la inmediata retribución post mortem[4]. Pedro Díaz murió siete años después de que el papa Benedicto XII pronunciara aquel dictamen concluyente. Su leyenda quizás se vio influida por esta polémica y pudo servir de prueba gráfica a favor de la doctrina del doble enjuiciamiento, dentro de la cual se sitúa claramente el relato de su resurrección. El obispo, nada más volver a la vida describió al detalle a ese primer tribunal como si de una audiencia terrenal se tratase: con juez supremo, abogado y reo.

Detalle del lienzo de la resurrección de Pedro  Díaz

Detalle del lienzo con la resurrección del obispo Pedro Díaz

El arte del bien morir: Confesión, penitencia y franciscanismo.

En la Edad Media como en cualquier otra época se muere. Pero el sentido otorgado a la muerte no siempre fue idéntico, aún dentro del mismo credo religioso. En los últimos siglos del período se produjo una exaltación de la conciencia individual de la muerte, asociada con el citado juicio inmediato post mortem, que fue desplazando, poco a poco, a aquel otro sentido del morir más colectivo y preconizado por el Juicio Final y el Apocalipsis. Por esta razón, el momento del fallecimiento ganó en importancia y recibió un notable valor espiritual. La hora postrera en la vida de un cristiano acabó entendiéndose como una oportunidad crítica para conseguir la salvación del alma y triunfar sobre el demonio. El ars moriendi o arte del bien morir fue la imagen escrita más completa de este sentir generalizado. Se trataba de un pequeño opúsculo, muy divulgado en toda Europa desde el siglo XV, y que daba forma clara y sintética a esa renovada concepción del fallecimiento. Concebía el lecho del moribundo como un campo de batalla, en torno al cual, las fuerzas del bien y del mal luchaban por conquistar el alma del pobre desahuciado. La agonía de Pedro Díaz se movió perfectamente en estos parámetros y, como el propio ars moriendi divulgaba, hizo de la confesión el instrumento más importante a la hora de ajustar las cuentas pendientes con Dios[5].

Precisamente, otro de los mensajes teológicos que se quiso transmitir con esta narración fue resaltar la inutilidad de la confesión cuando se realizaba sin la debida sinceridad. La falta de arrepentimiento y de propósito de enmienda hacía de este sacramento una mera formalidad, sin capacidad para conseguir la reconciliación con Dios. En el siglo XIII se había pasado de una penitencia puramente tarifaria y mecánica, por la que cada pecado tenía pareja una sanción reparadora que no necesitaba de mayores detenimientos, a otra penitencia más sacramental e introspectiva que indagaba en la sinceridad del arrepentido y reclamaba su auténtica constricción para que la sanción tuviera efecto. Confesión y penitencia formaron así un binomio inseparable, además de ineludible y eficaz modo de purgar las faltas cometidas[6]. Esta postura es la que defiende el milagro de Pedro Díaz. Más que ante un resucitado estaríamos ante un penitente que, tras franca y limpia confesión, recibió un castigo reparador de veinte días cuyo obligado cumplimiento debía realizar antes de regresar al Más Allá.

Por último, a lo largo de toda la narración y especialmente en el magisterio pronunciado al volver Pedro a la vida, se expresa una evidente exaltación del franciscanismo. El obispo dirige al público una vehemente invectiva para que lleven una vida cristiana y ordenada. Pero haciendo especial hincapié en el valor reparador que tenían las limosnas destinadas a los conventos de dicha orden, así como la altísima talla espiritual de San Francisco de Asís, quien, gracias a ser quien era y a la eficaz defensa realizada sobre Pedro Díaz, consiguió hacer cambiar de opinión al mismo Dios y que este reconsiderara su inicial sentencia condenatoria. Apostillaba la historia que, a partir de entonces, los frailes menores fueron muy estimados por las gentes, aunque ya llevaban instalados en Ciudad Rodrigo alrededor de un siglo[7]. El franciscanismo se apropiaba de este manera del milagro y lo utilizaba para erigirse en un poderoso camino de salvación, quizás en unos momentos donde el vigor de su espiritualidad no contaba con el eco social de los primeros tiempos y necesitaba renovarse.
La Peste Negra, que hizo acto de presencia en Castilla hacia 1348 y cuyo paso por la diócesis civitatense está documentado, debió de contribuir a dar más publicidad a la leyenda y favorecer su arraigo en la conciencia colectiva. Al fin y al cabo, estamos ante un discurso esperanzador sobre la salvación, a última hora, de un mal cristiano y el tránsito de la muerte a la vida eterna. De este modo, el breve gobierno de Pedro Díaz, al parecer de escasa importancia en lo propiamente institucional, ha acabado convertido en una de las trayectorias más largamente recordadas en Ciudad Rodrigo. Sin embargo, al margen de la interpretación moralista de la leyenda, ningún extremo de la misma es fácilmente demostrable. Hernández Vegas aceptó sin reparos que Pedro Díaz había llevado una vida disoluta. Fundamentó esta opinión en que ciertos documentos coetáneos mencionaban a alguno de los hijos de este prelado. Ciertamente, figura un Alonso Díaz, hijo del obispo Pedro Díaz, en un texto del archivo municipal mirobrigense del año 1376[8]. Pero el hecho de que este apelativo se exhiba sin pudor alguno en un escrito legal, indicaría que no estamos ante un nacido de forma ilegítima o indecorosa. Lo más seguro es que este diocesano accediera al cargo en su madurez y, como ocurrió con su sucesor Alfonso de Robles, después de enviudar y haber tenido descendencia. Quizás la avanzada edad que le presuponemos ayudaría a explicar su prematura muerte.

[1] De su labor al frente de la institución episcopal solo sabemos que el 21 de julio de 1340, entregó al Cabildo la parte que correspondía al diocesano en los diezmos y portazgo, además de la parte que dicen el préstamo de las Cofradías. Todo ello en canje por la villa de Sepúlveda que, por aquel tiempo, era patrimonio capitular. Según Hernández Vegas fue el primer obispo en llevar el título de señor de Sepúlveda. Sánchez Cabañas, A. Historia Civitatense (ed. Barrios García, A. y Martín Viso, I.) Salamanca, 2001, pág. 223 y Hernández Vegas, M. Ciudad Rodrigo, La Catedral y la Ciudad. Salamanca, 1982 (Reed. Ciudad Rodrigo, 1935) pp. 197-198.
[2] Sánchez Cabañas, A. Historia Civitatense (ed. Barrios García, A. y Martín Viso, I.) Salamanca, 2001, pp. 223-225. Fue publicada la tabla conservada y visible en la Catedral en Hernández Vegas, M. Ciudad Rodrigo, La Catedral y la Ciudad. Salamanca, 1982 (Reed. Ciudad Rodrigo, 1935) pp. 197-198.
[3] F. Bravo Arte de Enseñar, Arte de Contar. En torno al exemplum medieval”, La enseñanza en la Edad Media. X Semana de Estudios Medievales, Nájera 1999, Logroño 2000, pp. 303-327.
[4] M. Fournié, El Ciel peut-til attendre? Le culte du Purgatoire dans le Midi de la France (1320 environ-1520 environ), París, 1997, 401-456.
[5] Una edición de esta exitosa obra tomada en su versión castellana y con un estudio introductorio en F.Gago Jover, Arte de bien morir y breve confesionario, Barcelona, 1999. Sobre el sentido de la muerte y su evolución en la Castilla Medieval véase F. Martínez Gil, La Muerte Vivida. Muerte y sociedad en Castilla durante la Baja Edad Media, Toledo, 1996.
[6] J. Ch. Payen, “La pénitence dans le contexte culturel des XII et XIII siècles”, Revue des sciences philosophiques et théologiques, LXI (1977), p. 399-428 y Elena Brambilla, Alle origini del Sant’Uffizio. Penitencia, confessione e giustizia spirituale dal medioevo al XVI secolo, Bolonia, 2000, especialmente pp. 111-138.
[7] Sobre el asentamiento de los franciscanos en la diócesis véase J.J. Sánchez-Oro Rosa, Orígenes de la Iglesia en la diócesis de Ciudad Rodrigo. Episcopado, Monasterios y Ordenes Militares (1161-1264), Salamanca, 1997, pp. 208-220.
[8] Barrios, A. et al. Documentación Medieval del Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo, Salamanca, 1988, doc. 19.